Producción de bajo coste. Los recursos y la basura en Latinoamérica

En todo el mundo la basura tiene valor, en Latinoamérica tiene un precio

Basura, o desperdicio, es toda materia que ha sido desaprovechada y que no tiene ya un uso, al menos aparente. Es una fuente de recursos energéticos y materiales, pero que en un estado de sobreabundancia de producción, consumo y desecho como en el que vivimos en los llamados países desarrollados, suele pasar desapercibida. Se considera que la basura es algo negativo y queremos mantenerla alejada de nosotros. Sin embargo, en condiciones de precariedad y necesidad, surge de forma natural el acercamiento a lo que otros han clasificado como desecho[ref]»En este sentido, la vulnerabilidad de una población es la que termina por traducirse en un mayor aprovechamiento de los recursos con los que cuenta». La recogida de basura en mega-ciudades: En el marco de la sostenibilidad. Fabian Tron. Revista invi nº70. Noviembre 2010. Volumen nº25: 181-122[/ref]. Los residuos pasan a ser lo que siempre han sido: materia, un recurso básico, tanto para su venta como materia prima u objetos de segunda mano como para ser usada como material constructivo.

En los países donde hemos desarrollado los proyectos de RUS ha sido difícil encontrar basura «de calidad» en la calle con la cual poder trabajar directamente. Con basura «de calidad» nos referimos a los residuos que por su calidad, material y buen estado, permiten ser reutilizados. Si en Barcelona o Madrid encontrar una caja de cartón en buen estado es algo común, en Montevideo o en Guatemala es una tarea complicada, ya que, aunque los residuos se producen igualmente, en Latinoamérica hay un entramado de clasificadores, además de los servicios formales de gestión de basura, que la recogen continuamente.

Los «clasificadores» son uno de los elementos fundamentales a la hora de comprender el fenómeno de la basura en Latinoamérica. Así denominados en Uruguay por Isidro Alonso[ref]Más conocido como el Padre Cacho, sacerdote de Uruguay muy involucrado con los clasificadores: «Quisiera que tomáramos plena conciencia de quién es el clasificador y de qué hace. No debe ser el chivo expiatorio de todos los males de la ciudad. Es un hombre que sufre, espera, quiere y trabaja. Con su presencia en las calles de nuestra ciudad, mientras carga su carrito de «sobras» del consumo ciudadano, nos va anunciando un mundo reconciliado. Él nos recuerda, como agente ecológico, que la Naturaleza gime por nuestros despilfarros y que la mayoría de la familia humana recoge las migajas. Su dignidad herida nos llama a reconocerlo como trabajador, profeta y ciudadano.»[/ref] para dignificar, con una sola palabra, la multitud de términos, muchos de ellos despectivos, que hacen referencia a ese trabajo: carreros, romanos, buzos, hurgadores, cartoneros, pepenadores, barrenderos, tamboreros, recolectores, tamboreros, fierovejeros, ropavejeros o chatarreros[ref]En chile los llaman recolectores, en Argentina «recuperadores» o «cartoneros», en el norte –Colombia, Peru, Bolivia, Ecuador– «recicladores», en Brasil «catadores».[/ref]. Todos ellos hacen referencia a la acción de clasificar la basura, las herramientas que usan o simplemente a los diferentes residuos que «separan» –pepenar en el argot mexicano–. De aquí en adelante en este texto utilizaremos el término «clasificadores» para hablar de ellos.

La basura siempre tiene valor, pero en Latinoamérica, además, siempre tiene un precio. De este modo, a la hora de trabajar con basura en la región, hemos contado muchas veces con los clasificadores para conseguir los residuos que necesitábamos y comprárselos. Comprar y/o usar lo desechado es una estrategia más para poner en valor los materiales que tiramos a la basura cada día y poner de manifiesto lo rápido que asociamos la etiqueta «basura» a materiales y objetos que todavía no han perdido sus capacidades tectónicas o su valor de uso.

Hemos trabajado con los clasificadores de diversas maneras, pero siempre como fuente de material para los proyectos. Paradójicamente, eso nos ha permitido acceder a una basura de calidad, ordenada, limpia y en cantidades masivas, cosa muy difícil de lograr en Europa. Ya fueran recolectores de metales, botellas, cartón u otros materiales, trabajar con ellos nos ha permitido reducir radicalmente los costes de producción, además de lograr el objetivo de llevar a cabo piezas en las que el proceso de las mismas sea muy importante. Conseguir esos materiales se ha convertido en una aventura extremadamente interesante, para conocer mucho mejor el mundo de la basura. Y trabajar con basura nos ha permitido, como siempre, trabajar con mucha mayor libertad creativa.

Los clasificadores informales: métodos de recogida y clasificación alternativos

Los clasificadores son una pieza clave en el engranaje de la máquina de gestión de los residuos. A pesar de sus precarias condiciones de trabajo
–ausencia de salario y de seguro médico, siendo un trabajo que maneja sustancias peligrosas– desarrollan una labor de separación pormenorizada en origen en ocasiones mejor que la de la industria oficial del reciclaje. No debemos olvidar que el fenómeno de la basura a gran escala –hablamos aquí de productos de embalaje–, es relativamente nuevo y ha sido exportado por los países desarrollados, los mismos que ahora venden los mecanismos y maquinaria para su reciclaje[ref]El Cairo, la basura, las empresas españolas y Garbage Dreams. [https://basurama.org/blog/2009/09/02/el-cairo-la-basura-las-empresas-espanolas-y-garbage-dreams][/ref]. De este modo, desde este lado del océano hemos creado el problema e intentamos implantar su solución. Pero esta «solución» dista mucho de ser perfecta. La sociedad y los hábitos de consumo son diferentes en cada lugar y las soluciones estándar no siempre funcionan. Muchas veces se mira a occidente como el futuro próspero por los mayores índices de calidad de vida, pero se dejan de lado las consecuencias medioambientales y la producción de residuos asociadas a ese estilo de vida. En los últimos tiempos se ha promovido el reciclaje como la solución al problema de los residuos, pero su efecto no ha hecho sino fomentar la sobreproducción de estos. La campaña de las tres erres «reducir, reutilizar, reciclar», promovida por Greenpeace en los años setenta del siglo XX, ordenaba por importancia las diferentes estrategias de gestión de residuos. Reciclar se situaba de este modo, al final de la cadena de acciones posibles para minimizar la «producción» de basura. Todavía más si consideramos otras ‘erres’ posibles como la reparación, rehabilitación o la recuperación. El reciclaje es el proceso mecánico o físico químico mediante el cual un producto o materia es tratado para obtener otro. Al contrario de lo que comúnmente se piensa, este proceso no devuelve sus materiales a su estado original, si no que devalúa su calidad –ejemplo del papel y los plásticos que van degradando su calidad a medida que son reciclados–. McDonough y Braungartn en su libro Cradle to Cradle[ref]William McDonough & Michael Braungart. Cradle to Cradle. Remaking the way we make things. North Point Press, 2002[/ref] nombraron y extendieron el uso de este proceso como downcycle en contraposición a upcycle, que devolvería a los objetos-materiales a un estado igual o de mejor calidad que el original. Desde ese punto de vista el reciclaje no hace si no retardar la llegada a vertedero de los materiales utilizados, pero no ataca el problema de raíz.

Los clasificadores, situados al final de la cadena de consumo, trabajan habitualmente para la industria del reciclaje, pero también sirven muchas veces para reintroducir materiales al principio de esta cadena a través de la reutilización. Sin embargo, su labor es pocas veces entendida por la sociedad y existen multitud de ejemplos que muestran como se les minusvalora y dificulta su labor. Es cierto que a veces su trabajo pueda provocar suciedad aparente en las calles, un resultado de sus incursiones en los contenedores que lo mezclan todo y no están pensados para ser «hurgados». Pero también es cierto que en algunos lugares el sistema de recolección oficial se apoya en ellos como una parte fundamental para el mantenimiento del mismo.

El caso de la recolección de basura de México DF es un ejemplo especialmente relevante para entender el valor ecológico de todos los agentes informales implicados en el proceso. Los carretoneros[ref]Terminología básica de los agentes de la basura de México DF. Ver RUS México.[/ref], que son los clasificadores que llevan un carro, conforman una eficiente red de reutilización de materiales y muebles. Algunos de los enseres recopilados, o simplmente comprados, son revendidos en los rastros o mercados de segunda mano –tianguis en el argot mexicano–, evitando así que vayan al vertedero o a procesos de reciclaje. En España, en contraposición, los residuos voluminosos son oficialmente dispuestos en los vertederos o vendidos como material a las industrias de reciclaje. De esa manera, indirectamente, las administraciones fomentan el consumo facilitando el desecho de los objetos. La labor del carretonero es, en cambio, una eficaz manera de reutilizar muebles a través de su venta en los tianguis[ref]Gráfico realizado por Basurama en RUS México. Existe otro similar a éste pero cuantitativo en La recogida de basura en mega-ciudades: En el marco de la sostenibilidad. Fabian Tron Revista invi nº70. Noviembre 2010. Volumen nº25: 181-122 [http://revistainvi.uchile.cl/ojs3/index.php/INVI/article/view/481/534][/ref].

Los recorridos que realizan por la ciudad estos carretoneros suponen una alternativa real de transporte y utilización de la calle a la del automóvil. Es una labor peligrosa y muy dura físicamente para estos trabajadores, pero que genera una red de cercanía y proximidad. Además, el hecho de ir paseando la basura a la vista de todos es un elemento fundamental para construir un paisaje urbano alejado de la visión «limpia» que siempre quiere ofrecerse en las ciudades «desarrolladas», retórica que esconde la máxima de «una ciudad limpia es la base para una mala gestión de los residuos».

Al ser la clasificación de residuos, la mayoría de las veces, una actividad no reglada y de grado de informalidad alto, los modos de organizar del trabajo varían mucho dependiendo de la localización. En México DF, o más concretamente, en el barrio de Loma Bonita en Nezahualcoyotl –aunque Neza realmente está fuera del DF–, estuvimos colaborando con un grupo de pepenadores que trabajaban para sendos patrones, propietarios de depósitos de recogida de todo tipo de residuos: plástico, cartón y chatarra. Los carros que utilizaban para la pepena eran propiedad del patrón para el que trabajaban y al que vendían la basura recolectada. Los pepenadores eran trabajadores aparentemente libres, pero en la realidad eran totalmente dependientes de sus jefes como pudimos comprobar en RUS México. No existía para ellos ningún tipo de asociacionismo o sindicalismo que les permitiera luchar por mejores condiciones, salariales[ref]Experiencia de Osvaldo «el pato». [https://basurama.org/blog/2008/09/06/osvaldo-el-pato].[/ref] o sanitarias. Para este colectivo de trabajadores no había otra perspectiva que seguir en el equilibrio inestable en el que estaban y no plantearse un cambio. La precariedad de su trabajo y su economía no les permitía pensar en formarse como grupo, buscar alternativas y plantarse frente al patrón o por lo menos entablar un diálogo.

Una situación muy diferente fue la que encontramos en otros colectivos de recolectores con «conciencia de clase» o con intención de mejorar su situación como es el caso del sindicato de UCRUS –Unión de Clasificadores de Residuos Urbanos Sólidos– y la cooperativa Juan Cacharpa en Montevideo o la cooperativa El Ceibo en Buenos Aires, con el objetivo de unirse para organizarse mejor, ser más fuertes para negociar con la Administración y mejorar las condiciones de trabajo.

En varios países de América Latina y del mundo hay potentes agrupaciones de clasificadores –India, Colombia–, que incluso están siendo cada vez más reconocidos como interlocutores válidos por algunos gobiernos. Los latinoamericanos están asociados en la Red LACRE [www.redrecicladores.net]. Su ejemplo como trabajadores informales autogestionarios y colectivizados transnacionalmente, incluso transcontinentalmente, es inédito, y a lo largo de los años vienen demostrando una gran eficacia. Han conseguido convertir una actividad informal en un trabajo reconocido, mediante un proceso que ellos mismos han llevado a cabo.

Un paso más allá, mediante la reelaboración del material recolectado, está el grupo Tejedoras Urbanas[ref]Ver proyecto RUS Córdoba. Más información en la película «Tejedores». Federica Romeo. España. 2010. Color. 26 min. Documental.[/ref] en Córdoba, Argentina. Aunque el grupo, formado mayoritariamente por mujeres de tres cooperativas de clasificadores/grupos diferentes, no tiene todavía cohesión ni ha conseguido hacer de esa labor su sustento económico, sí ha conseguido generar productos manufacturados que se venden bien y son un apoyo económico para las familias. El proyecto consigue generar un principio de autonomía a través de la reutilización directa de los residuos recolectados. Aportan un valor añadido a la separación, en este caso de plástico PET. Junto con las cooperativas antes citadas todas ellas persiguen conseguir que la clasificación sea un trabajo digno y valorado por la sociedad.

Producción propia: producción de bajo coste con los medios de allí

Construir con residuos está en el ADN de todas las favelas-chabolas de todo el mundo. Se trata de construir con lo que se tiene y al menor precio posible. La escasez agudiza el ingenio. A través de los proyectos de RUS se ha pretendido poner de manifiesto otra manera de enfrentarse a la producción de elementos y a la forma de construir de la industria de la construcción y de la cultural.

Desarrollar proyectos de construcción con residuos en Latinoamérica conlleva trabajar con lo que existe en cada lugar y usar sus métodos de producción. El proyecto RUS nos ha permitido trabajar y aprender con las personas e industrias locales. La producción de objetos o eventos en el ámbito cultural siempre está ligada a determinados mecanismos y modos de hacer que la alejan de los modos convencionales de producción. En algunos casos, la esfera del arte-cultura pierde pie y se comporta como si no tuviera que ver con actividades «normales» y recurre exclusivamente a los especialistas del mundo del arte. Pensamos que se puede colaborar con todo tipo de profesionales, y amateurs, aunque no estén dentro de esa esfera de la cultura. La idea de fondo es conseguir desarrollar procesos de código abierto, esto es, permitir la reproductibilidad de los proyectos para que cualquier intervención pueda ser replicada fuera del contexto cultural institucional. Para posibilitar esto se necesita explicar los procesos y métodos de producción para permitir que otros no partan de cero la siguiente vez. Esto conlleva un tiempo de posproducción del que no siempre hemos dispuesto, y en algunos casos no hemos logrado llevar a cabo ese «manual de instrucciones».

Cuando hablamos de «producción de bajo coste» nos damos cuenta de lo ambiguo del término. Los proyectos de RUS son de bajo coste en cuanto a que desarrollan su producción por 4.000 euros de media –sin contar con los viajes, honorarios y desplazamientos que hacen que el total ascienda a unos 10.000 euros–. Para el mundo del arte, al menos en occidente, esa cantidad puede resultar pequeña, pero para algunos de los lugares en los que se han desarrollado algunos de los proyectos, supone una cantidad muy importante.

Antes de terminar es interesante señalar que trabajar con residuos nunca ha sido un proceso ni sencillo ni barato. Las diversas normativas sanitarias y de seguridad, sobre todo en Europa, hacen que reutilizar material sea una tarea tan complicada y costosa[ref]»La reutilización es el autostop de la arquitectura». Basurama 2010. [https://basurama.org/txt_b10_pablo-rey_la-reutilizacion-es-el-autostop-de-la-arquitectura.htm].[/ref], que lleva a transformar el proyecto original tanto que hace que sea imposible o no tenga sentido realizarlo. Se puede construir con elementos encontrados para proyectos de carácter puntual, como la gran mayoría de los proyectos de RUS, ya que trabajar con residuos en el ámbito de las actuaciones efímeras ofrece muchas ventajas frente a otro tipo de intervenciones: bajo coste, reducción de residuos, fomenta la creatividad, etc. Sin embargo, cuando se quieran configurar de manera permanente dispositivos de escala urbana se necesitaría acopiar de otra forma e invertir más tiempo, tanto en la construcción como en la gestión de la continuación y seguimiento de los proyectos. En RUS se ha trabajado habitualmente con proyectos que buscan resultados a corto plazo para dar pie a que los colaboradores puedan continuar ese forma de trabajar mediante la acción directa. [ref]Agradecimientos por sus aportaciones a este texto a Lucía Fernández.[/ref]


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