El espacio público. Apropiación y reutilización

Uno de los temas centrales del proyecto Residuos Urbanos Sólidos ha sido el espacio público. El juego de palabras que da título al proyecto consiste en cambiar el orden de las palabras del término Residuos Sólidos Urbanos –RSU–, término con el que se conoce técnicamente a las basuras domésticas que se desechan y recogen en una ciudad en contraposición a los residuos industriales, residuos de la construcción, aguas contaminadas, etc. Desde hace años trabajamos con la idea de que el espacio público está siendo «desechado». En todo el mundo está pasando un proceso similar: muchas veces se convierte en un espacio que ya nadie quiere o puede usar. Es decir; se convierte en un gran residuo. Un Residuo Urbano Sólido.

En las ciudades latinoamericanas este fenómeno se da con especial virulencia. La característica forma de cuadrícula de todas las ciudades americanas –que emana directamente de las Leyes de Indias, promulgadas en 1542[ref]Ver en RUS Miami la investigación sobre la «Milla Jefferson» en Florida, EE. UU.[/ref], y similares–, y el rapidísimo crecimiento de estas ciudades durante el siglo XX, ha producido una ciudad muy dispersa y de baja densidad que muchas veces solo puede ser recorrida en vehículos a motor. En unas ciudades tan segregadas, el espacio público tiene que superar el conflicto de ser entendido como el espacio del «otro»–del pobre, del mendigo, del joven –delincuente–, del migrante–. El espacio de todos aquellos que no tienen acceso a los shopping malls que se multiplican en todas las ciudades del mundo y se apropian de ese espacio de encuentro. Grandes masas de la ciudad –industriales y residenciales– han sido dejadas por las clases dominantes en las últimas décadas, para construir barrios cerrados más alejados, seguros y exclusivos, convirtiendo los centros históricos y los antiguos bordes de la ciudad en miles de hectáreas de edificios abandonados. Por su parte, la inseguridad es uno de los constructos más eficaces en los últimos tiempos, lo que ha conducido al vallado, privatización y/o definitivo abandono de los espacios públicos.

Desde hace más de 50 años, ha habido decenas de proyectos de hábitat popular muy exitosos: barrios enteros se han construido a partir de organizaciones sociales que han trabajado con sus propias manos, de la Patagonia a Tijuana, hasta llegar a configurar ciudades tan enormes como Villa El Salvador, en la gran Lima o El Alto, a las afueras de La Paz. Generalmente esos proyectos han estado enfocados a la consecución de viviendas y de la propiedad de la tierra donde se asientan, pero suelen dejar de lado la construcción física del espacio público.
Sumados, estos fenómenos lo convierten en un espacio de fuerte conflicto, donde generalmente se confía su gestión a alguna instancia superior, sea esta el estado, la policía o la autoorganización más o menos mafiosa de algunas zonas de la ciudad. Paradójicamente, cuando la vida privada de las organizaciones ciudadanas está mucho más construida «desde abajo», la vida en el espacio público ha estado separada de esa construcción colectiva tan presente en la América Latina en las dos últimas décadas. Sin embargo, en los últimos años están surgiendo muchos proyectos de autoconstrucción colectiva del espacio público, apropiándose de los espacios públicos abandonados tras años de desinversión y planteando nuevas formas de gestión.

Es en los espacios públicos, donde la informalidad y la alegalidad –muy características de la ciudad latinoamérica–, se expresan con mayor intensidad e interés. Desde las personas que se sientan a tomar mate en el escalón de la puerta de su casa de Montevideo hasta el inmenso laberinto comercial en que se ha convertido el barrio de Tepito, en México, pasando por los cientos de tipos de puestos de comida «al paso» que convierten una esquina cualquiera en un condensador social de máxima eficiencia. Todos los oficios rodantes que se pueden ver en las ferias informales son espacios centrales de la socialización de estas ciudades. En RUS hemos querido trabajar con esos mecanismos y esas formas de apropiarse de la ciudad, aprendiendo de ellos, abriéndonos la mente a través del estudio de sus formas de creación y de trabajo, como la creatividad arquitectónica que se puede encontrar en miles de detalles autoconstruidos en todas las zonas de la ciudad latinoamericana. En esa creatividad popular hemos encontrado caminos que hemos querido seguir, entendiendo que pueden ser también muy interesantes para ser aplicados en nuestras sociedades. Todo ello sin olvidar a los recolectores informales, que con su proliferación y organización recientes han inventado una nueva ciudad entera vivida en el espacio público. No son sólo un nuevo «paisaje» de la ciudad, sino que han generado un sistema industrial propio, un servicio público, sistemas logísticos y de transporte a partir de su propia iniciativa y desarrollo.

Una de las constantes con las que nos hemos encontrado es la mala imagen que tiene de sí misma la ciudad latinoamericana. La queja más veces repetida es la de que está «sucia». Curiosamente, esa es una queja recurrente sobre Madrid por parte de las administraciones y sus ciudadanos. En los últimos años hemos visto como la «limpieza» de las calles ha conducido a su aplanamiento efectivo, tanto en España con en América Latina. El centro de la Ciudad de México pasó de convertirse en una vibrante mezcla de usos y gente y un espacio público riquísimo en un lugar tan limpio y aburrido que, de hecho, ha quedado vacío, inhóspito la mayoría del tiempo. Igual ha pasado con El Boulevard Sabana Grande de Caracas, o con la ley Cidade Limpa[ref]La Ley Cidade Limpa es una ley de 2006 la Prefectura de São Paulo que, con el objetivo de disminuir la polución visual urbana, impuso fuertes restricciones a los carteles anunciadores. Se aplicó con gran éxito, dejando a la ciudad prácticamente muda.[/ref] de São Paulo.

Ha sido interesante poner en duda la propuesta «limpiemos la ciudad de basura» y poder plantear la cuestión en otros términos, en los que la limpieza de la ciudad no sea el objetivo más deseable, sino una consecuencia de una gestión más inteligente del medioambiente urbano, que cuente con esos elementos autogestionarios de base como ingrediente fundamental de la ciudad contemporánea.

Al igual que ha pasado con el espacio público, todos esos fenómenos han sido para nosotros lugares en los que trabajar y lugares con los que trabajar, siempre con el objetivo de activarlos, de reflexionar conjuntamente sobre cada espacio público, de fomentar la apropiación del mismo y su reutilización de una manera creativa.

RUS se ha llevado a cabo en costaneras, plazas, parkings, autopistas, un puerto y una vía del tren abandonados, incluso en todo un sistema de transporte público, el de San Juan de Puerto Rico, absolutamente infrautilizado. Durante los procesos hemos trabajado en vertederos, polígonos industriales, centros de acopio de basuras de los barrios –frecuentemente degradados– donde suelen vivir los recolectores informales, etc.

Todo ello ha contribuido a reformar nuestro punto de vista. La ciudad consiste en un solo ecosistema en el que sus distintas partes, pobladores, formas y entornos se necesitan mutuamente, por lo que deben reconocerse, respetarse y trabajar juntos. La ciudad la hemos asumido en los proyectos de RUS como un material más de trabajo, pudiendo relacionar forma urbana con cultura popular, formas de vida y de consumo… Por ello, hemos trabajado en varios planos, realizando junto con los proyectos conferencias, presentaciones, talleres, conversatorios, textos, vídeos y participaciones en medios de comunicación y foros de debate, tratando también de fomentar este debate sobre la propiedad del espacio público y sobre quién tiene la potestad para intervenir en él, para construirlo y gestionarlo.

Hoy en día tenemos que replantearnos qué significa la defensa del espacio público, para quién y para qué, y cómo podemos inventar formas efectivas de lograr que cumpla con sus funciones. Es el espacio donde tiene lugar la vida común de la ciudad: la socialización, la vida política, el encuentro con otros. Función que ningún otro lugar ha podido lograr hasta ahora.


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