Los inicios de RUS. A vueltas con Basurama

Por Sara Cabanes Muñoz[ref]Sara Cabanes Muñoz trabajó en AECID Madrid entre 2006 y 2008.[/ref]

 

En el año 2007 el equipo de Basurama fue contactado por los Servicios Centrales de la AECID en Madrid para que presentara una propuesta a la Red de Centros Culturales de la Cooperación Española en Iberoamérica.

Esta solicitud atendía al interés que suponía para esta institución el establecer una primera aproximación al desarrollo sostenible y a la atención al medioambiente desde lo cultural, y se enmarcaba asimismo en una de las líneas prioritarias del Plan Director de la Cooperación Española 2005–2008[ref][http://www.aecid.es/web/es/publicaciones/Documentos/Plan_director][/ref], que incorporaba, por primera vez, la dimensión cultural como una de sus líneas estratégicas de actuación.

Por otro lado, desde la gestión y coordinación de actividades culturales, y más en relación con el tipo de contenidos que se ofrecían a la Red para conformar sus programaciones anuales, esta iniciativa partía, además, de una serie de cuestiones que ponían de relieve cierta preocupación por el significado de las acciones desarrolladas en el exterior:

– ¿Se puede vincular el medioambiente con la cultura?
– ¿Dónde está la transversalidad: en lo cultural o en lo medioambiental?
– ¿Se pueden financiar y producir proyectos adhoc para toda una red de instituciones de muy diversa índole y situadas en contextos muy específicos y diversos entre sí?
– ¿Es posible promover proyectos que se basen en la movilidad de agentes culturales y/o artistas y en la puesta en marcha de acciones que anteponen el proceso creativo al resultado, sin morir en el intento?

De este modo, con el proyecto RUS de Basurama se pretendió abrir una línea de trabajo desde la que poder desarrollar los siguientes aspectos:

– Abrir la programación cultural elaborada para la Red de Centros desde la sede central en Madrid a colectivos artísticos –más o menos– independientes.
– Incorporar el trabajo de artistas y agentes culturales emergentes a los contenidos de la programación cultural fomentando su integración en el ámbito iberoamericano.
– Generar los antecedentes para un programa de cultura y medioambiente.
– Llevar a cabo proyectos que se vincularan de manera especial con nuevos formatos de trabajo más arriesgados y con cierto carácter experimental desde la producción; esto es, el intercambio y la creación compartida, la colaboración activa con agentes locales y la vinculación específica al territorio y sus particularidades.

La propuesta no tardó en llegar pero su activación y puesta en marcha supuso prácticamente un año de idas y venidas; reajustes de presupuesto; reuniones en los sótanos de la AECID, en su cafetería, en la oficina que Basurama tenía por aquel entonces en la calle Montera, en su azotea; así como largas esperas a las distintas firmas y tramitaciones burocráticas de la Administración.-

Fue, en definitiva, un proceso sobrevivido y resistido por el gran interés que se puso en su realización y, porque a pesar de no saber qué resultados se obtendrían, sí se intuía la necesidad de trabajar con la cultura desde otra perspectiva: porque es más productivo mover personas que mover exposiciones, porque el trabajo se enriquece si es de igual a igual y porque las cosas más apasionantes suceden antes en la calle que en un auditorio.

RUS ha sido posible gracias a muchas personas, pero en el ámbito de la AECID, el proyecto no habría sido posible sin la participación y el apoyo de Ángeles Albert, Ánder Azpiri, Enrique León, Anna Masides, Ana Cornejo y de todos los que de alguna manera, a lo largo de toda su gestación, favorecieron la puesta en marcha de esta aventura.


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