Cooperación Cultural. Agentes e Instituciones

Cuando la Agencia Española de Cooperación Internacional para el Desarrollo –AECID– nos propuso a finales del 2007 hacer un proyecto itinerante por diversos Centros Culturales de España en Latinoamérica, solo habíamos oído hablar de la Red de Centros Culturales de lejos. Poco antes de llegarnos esta propuesta habíamos sido invitados por la Embajada de España en Venezuela a participar en el Festival de Arte y Cultura de Caracas Por el medio de la calle. Fue ahí donde empezamos a conocer la labor de las agregadurías y centros culturales de España en Latinoamérica y lo que era la cooperación cultural.­­

Ahora que hemos finalizado la primera serie de proyectos RUS seguimos sin ser expertos en cooperación cultural, pero esta experiencia nos ha hecho tener que lidiar constantemente con el término, sus implicaciones y las formas de llevarla a cabo. En su día Ángeles Albert —por entonces Subdirectora General Adjunta de Cooperación y Promoción Cultural Exterior en la AECID— nos encomendó una cierta tarea de agitación en la cooperación cultural española.

De la experiencia y del resultado de esa agitación sacamos algunas ideas que queríamos compartir y discutir. Por esta razón organizamos a finales del 2010 una serie de encuentros informales con diversos creadores, gestores y becarios de la cooperación cultural para debatir sobre el concepto de cooperación cultural. Estos encuentros giraron en torno a las preguntas:

¿Qué es para ti la cooperación cultural?
¿Qué cooperación cultural crees que estamos haciendo en España?, ¿crees que es o ha sido posible en el último lustro realizar una cooperación cultural efectiva en el marco de la producción contemporánea, más allá de la cooperación cultural en patrimonio y similares?
¿Crees que se puede realizar una cooperación cultural «igualitaria»?
¿Qué papel crees que han jugado tus acciones –ya sea como creador o gestor en un Centro Cultural de España– en la «escena» y/o la producción cultural local? ¿Y tu relación con aquella escena, cómo ha impactado a tu escena local? En ese sentido, ¿cómo te has relacionado con los formatos disponibles –taller, exposición, seminario, encuentro, jornadas, residencias, etc.–?
¿Cómo crees que hemos invertido la cantidad de dinero disponible para cooperación cultural durante este último lustro?

Este texto no es un compendio o selección de las respuestas aportadas, sino una reflexión mínima sobre lo que para nosotros supone la cooperación cultural, perfilada a través de aquellos encuentros.

No sabemos qué es la cooperación cultural. De hecho, no existe una definición cerrada.
El concepto de cooperación cultural es lo suficientemente amplio como para no tener una definición cerrada. Según la AECID, la cooperación cultural –y científica– se define como: «el intercambio y reconocimiento entre los países y sus culturas, mediante acciones compartidas de carácter bidireccional que permitan una mejor comprensión del otro y faciliten las relaciones culturales de las sociedades civiles. El fin de la cooperación cultural, una relación equitativa e igualitaria en sus formas expresivas, es el enriquecimiento mutuo».

En principio nuestro objetivo podría acercarse a esa definición, pero no pretendíamos sólo trabajar desde la cultura, sino también desde la realidad urbana de cada una de las ciudades de Latinoamérica y más específicamente desde la relación de cada ciudad con sus «espacios basura»y con su basura –y su forma de gestionarla–.

A lo largo de esta experiencia hemos ido conociendo las formas específicas en las que cada Centro Cultural de España en Latinoamérica lleva a cabo la cooperación cultural. Algunos centros se han convertido con los años en piezas fundamentales en el mundo cultural de sus ciudades y apoyan otros proyectos culturales ajenos al propio centro. Otros permanecen más aislados y estancos en sus programas y en sus relaciones con los agentes locales. Finalmente depende de las personas que dirigen y trabajan el centro, incluso del impulso de los becarios.

¿Cooperación cultural o cooperación al desarrollo?
Si hasta la Declaración de París en el año 2005 el modelo de cooperación era básicamente asistencialista, la revisión de dicho modelo a favor de una mayor eficacia de las ayudas supuso un cambio en la forma de relacionarse con los países receptores. A partir de entonces, se comienza a trabajar en función de análisis sectoriales –división de las cuantías de ayuda en porcentajes, en función del interés de la inversión: cultura, género, medio ambiente, gobernabilidad, etc.–, supuestamente más cercanos a la realidad y a las necesidades. En definitiva, se trataba de establecer una cooperación que favoreciera el desarrollo no sólo económico sino social. Y es en este marco en el que surge la cooperación cultural, cuando se comienza a pensar en la cultura como motor de desarrollo, de intregración social y como un sector económico en alza.

RUS se pone en marcha, por tanto, en un momento de cambio y de aplicación de nuevas estrategias y nuevos modelos. Independientemente de esta situación, nuestro propósito era el de acercar realidades y propiciar encuentros. Hacer cooperación cultural desde una concepción amplia de la cultura, incluyendo en los proyectos y cruzando la producción cultural, la cultura popular y la cultura antropológica. La forma de habitar una ciudad –especialmente su espacio público–, su ecosistema social, su economía y sus formas de consumo son temas evidentemente culturales, pero también lo es para nosotros la creatividad popular del sector informal de recogida de basura –del que queríamos aprender– y los medios de producción nacidos desde la precariedad.

En definitiva, podríamos apuntar que la cooperación cultural y la cooperación al desarrollo no deben estar separadas.

Por qué RUS fue RUS y no una exposición itinerante.
Residuos Urbanos Sólidos siempre estuvo basado en la celebración de la creación colectiva, del intercambio, de la vida por encima de la producción cultural o de arte, tal y como ha ocurrido en nuestro trabajo en muchas ocasiones. La AECID nos propuso hacer «una exposición itinerante, tal vez» y nosotros les propusimos un proyecto de producción con largas estancias en los destinos donde las exposiciones servían tan sólo como difusión de ese proceso. Pensamos que esa es una manera más interesante de hacer un proyecto con la AECID, además de ser una manera eficiente de invertir los recursos: la producción conjunta es siempre una manera muy intensa de intercambio para ambas partes.

Cada proyecto, distinto para cada lugar, debía basarse en una revisión crítica de procesos locales a través de la cultura, con vocación lúdica y desde el compromiso con la necesidad del aporte de una visión extranjera. Más allá de una visión del arte como «herramienta de inclusión social» muy arraigada dede la cooperación, había que dirigirse hacia el empoderamiento de los participantes en el proyecto, en su capacidad de modificar su realidad, la ciudad y la forma en que la usan. Así como a la producción de reflexiones generales sobre modelos de consumo y ecología urbana, lo cual incluye los sistemas de transporte, la gestión de residuos, el espacio público como espacio de relación social, etc.

En los procesos se ha intentando dialogar y hacer partícipes de los proyectos a la sociedad civil; además de con el espectador de las intervenciones, con las diversas agrupaciones en las que ésta se presenta. Hemos tratado de hacer esa relación en primera persona, para lo que hemos negociado en sus entornos propios con políticos, técnicos municipales y empresariales, asociaciones vecinales y medioambientales de toda índole, cooperativas de recolectores de basura, la policía, universidades, medios de comunicación, y el mundo del arte local. Todos ellos han sentido que el proyecto estaba abierto para ellos, tanto para unirse como para criticarlo, o incluso usarlo dentro de sus propias sociedades como consideraran oportuno.
Para ello también era necesario trabajar fuera del centro cultural. Es la mejor manera de producir proyectos más complejos, que pudieran dialogar con otras personas que normalmente no van a los centros culturales, ni los de España ni ningún otro. Esa propuesta no siempre se ha entendido bien por parte de los Centros Culturales de España. Y aunque es uno de los objetivos de la red –ir más allá de las actividades en los centros–, la necesidad de llenar de contenido el centro y la rigidez estructural en la concepción de «contraparte» de la cooperación culural tradicional hace que esas posiciones intermedias que puede tener un artista público sean difícilmente asumibles.

Agitación y Relación: Cómo se ha desarrollado ese trabajo en común
Operar conjuntamente, es decir, co-operar, se convirtió en un objetivo principal de RUS. Siempre hemos intentado que las piezas fueran producidas ex profeso para el proyecto y que incluso pudieran salirse del trabajo habitual de sus creadores. El proyecto tenía que ofrecer procesos y resultados que sólo pudieran existir si se explotaba la relación entre Basurama y los artistas locales. Esta relación nos ha conducido a todos a realizar grandes recorridos para poder acercar posturas, contenidos, temas y formas de trabajo.

Casi todos los proyectos –menos RUS Guatemala– nacieron de un viaje previo de preparación cuyo objetivo era conocer el entorno a intervenir para poder dialogar con él de una manera más fluida. Ser consciente de tu presencia en un nuevo entorno permite valorizar la mirada foránea sobre un problema cotidiano. Es una forma de poner de manifiesto una realidad en ocasiones transparente incluso para aquellos que la habitan.

Pero estos viajes previos eran también el momento de contactar físicamente por primera vez con los artistas y colectivos con los que nos interesaba colaborar. La ciudad y sus fenómenos eran conocidos en compañía de ellos, llegando a unos niveles de entendimiento algo más profundo, difíciles de alcanzar en tan poco tiempo por un extranjero –estas visitas duraban alrededor de una semana–. Algunos de los creadores locales con los que hemos trabajado han decidido vivir su vida, durante el tiempo que duraba el proyecto, casi 24 horas al día a nuestro lado –y nosotros al suyp–, lo cual no sólo ha sido extremadamente útil y enriquecedor, también ha sido muy emocionante. Los becarios, en ese sentido, han sido piezas fundamentales, por la libertad que pueden tener en el contexto local, libertad que les convierte en una pieza clave de todos los CCEs.

Cabe poner en duda la equitatividad del intercambio entre esos artistas y Basurama, por qué se colabora con unos sí y con otros no, o las formas de trabajo conjunto. Efectivamente el intercambio final no es exactamente equitativo-igualitario, pero no por ello inproductivo. Al partir de realidades diferentes, lo que aprendemos nosotros es diferente de lo que aprenden ellos y otras muchas veces se aprende juntos. La realidad es que el acercamiento y la relación con los colaboradores se ha desarrollo de una forma natural y espontánea, sobre todo humana.

Otras formas de hacer. Una nota para el futuro.
Para desarrollar una cooperación cultural interesante a todos los niveles hay que trabajar desde un reconocimiento previo de las realidades culturales y del contexto en el cual se va a actuar, acabar con toda forma de post colonialismo como el desconocimiento y la exotización, el paternalismo, el asistencialismo, la mitificación –especialmente de la pobreza–, el sensacionalismo sobre algunos temas o el acercamiento a los tópicos del turista.

Queda por resolver, entre otras muchas cosas, la gran dificultad de hacer proyectos que tengan una continuidad autónoma en el tiempo. Por supuesto, cuando se imparte un taller, los participantes continúan con su trabajo y, de alguna manera, ese conocimiento adquirido es empleado en el futuro. Cuando, como ha sido nuestro caso, se intenta generar nuevos grupos de trabajo sobre temas no comunes, es muy complicado lograr que ese nuevo equipo continúe con el trabajo iniciado tras un proyecto puntual en el tiempo. En cambio, en algunas ocasiones, estas colaboraciones sí han conseguido replicar el proceso una vez terminado el proyecto. En ese sentido consideramos que los proyectos RUS han sido un laboratorio creativo en su sentido más amplio, que si bien ha realizado intervenciones efímeras en un plano material, ha permitido poner en contacto a agentes de la ciudad que habitualmente no se cruzan y ha conseguido configurar nuevos espacios de encuentro, nuevas estructuras de trabajo y distintos enfoques y lecturas a problemas cotidianos, sembrando dudas y espacios de posibilidad.


2 Comments »
  1. Muy interesante. Ahora que muchos de estas labores se las van a cargar es preciso reflexionar más que nunca sobre la importancia de la cooperación cultural y su importancia para el desarrollo y el conocimiento mutuo.

    Difundo este texto y me quedo sin duda con: «Para desarrollar una cooperación cultural interesante a todos los niveles hay que trabajar desde un reconocimiento previo de las realidades culturales y del contexto en el cual se va a actuar, acabar con toda forma de post colonialismo como el desconocimiento y la exotización, el paternalismo, el asistencialismo, la mitificación –especialmente de la pobreza–, el sensacionalismo sobre algunos temas o el acercamiento a los tópicos del turista».

    Cuantas veces hemos comprobado un neocolonialismo disfrazado de cooperación y acciones que tienen que tienen más ver con paternalismos y turismos.

    Comentario by Rubén Caravaca — 24 febrero, 2012 @ 20:25

  2. Olá! Sou aqui do Brasil e gostaria de saber se vocês possuem algum material para que eu possa tentar fazer com meu
    Grupo de educadores um parque de diversão para as crianças da escola de educação infantil, onde sou Diretora
    Escolar! Adorei o modo como trabalham e gostaria de realizar um projeto com meu grupo de trabalho!
    Se vocês tiverem algum material para nos motivar, gostaria de ter acesso.
    Parabéns pelo lindo trabalho.
    Saudações respeitosas,
    Tânia
    São Bernardo do Campo, São Paulo / Brasil

    Comentario by Tânia Regina Cherubelli Demarchi — 30 abril, 2012 @ 15:50

Comments RSS feed for this post.

Leave a comment