Según datos de la propia la Administración Metropolitana cada día se usan más de 600.000 bolsas de plástico en Bangkok (9 millones de habitantes). La mayoría de las cuales acaba convertida en un residuo en un tiempo aproximado de entre 12 y 20 minutos. Su eliminación anual cuesta más de 600 millones de baht (18,5 millones de dólares), según funcionarios municipales.
Plastic Bang! Kok utiliza la bolsa de plástico, inofensivo símbolo cotidiano de hiperconsumo, como singularidad infinitamente pequeña a partir de la cual explosionar y expandirse.
Materia prima única para la construcción de una intervención a escala urbana que nos acerque a la dualidad CONSUMO/BASURA y sus repercusiones sociales y medioambientales.
Sacar esta basura de debajo del fregadero y extenderla a escala urbana porque, casualidades de la vida, tiene escala urbana! ¿Cuántos campos de fútbol ocupan los vertederos que llenan las periferias metropolitanas?
Algunos monstruos se alimentan del miedo, los nuestros -como en una escena del viaje de Chihiro- crecieron según lo hacia el consumo de bolsas de plástico.
Para visibilizar el uso masivo y cotidiano de las mismas y tomar consciencia de las implicaciones que ello tiene construimos un Jardín de Monstruos hinchables, frágiles sí, tiernos también, pero con ese punto inquietante de las cosas que sabes que no deberían estar ahí.
Durante el proyecto trabajamos con dos fardos de 60 kilos llenos de bolsas procedentes directamente del vertedero. El perfil de las bolsas reflejaba los patrones de consumo de la ciudad 1/3 de las bolsas correspondía a bolsas de color provenientes de consumo en tiendas, 1/3 a bolsas blancas y transparentes provenientes de compras en supermercados y envoltorios plásticos y 1/3 a bolsas negras de basura. Dichos porcentajes y las características particulares de estas bolsas se reflejaron en el tamaño y apariencia de cada uno de los monstruos construidos.
Durante 4 días las lavamos, perfumamos, reparamos y repeinamos las bolsas. Dedicamos mucho tiempo a cuidar y recuperar un material, aprender a valorarlo y reutilizarlo, a quererlo y resucitarlo. La única manera que conocemos para poder dotar a las bolsas de una segunda vida y construir con ellas un entorno público llamativo y habitable.