Sobre nuestra capacidad de imaginación política para el espacio público

Texto presentado al VII Congreso Internacional de Ordenación del Territorio (VII CIOT). Madrid Noviembre de 2014
Las obras a las que se alude en el texto están en esta presentación, preparada para ese congreso.

  1. De ciudadanía a civismo.

En los últimos años muchas de las ciudades del estado español han ido implementando e implantando leyes de «civismo»: leyes que restringen, entre otras cosas, las actividades que pueden llevarse a cabo en el espacio público y que, efectivamente, han conducido a su privatización, espectacularización y caída en desuso como espacio fundamental del encuentro y la política en la ciudad.

En nombre de la ley y bajo la amenaza de multas, se regulan muchas actividades que forman parte de las vidas cotidianas de nuestras ciudades; esto es: no se restringen o definen las actividades esporádicas que pueden hacerse (conciertos, manifestaciones, grandes concentraciones) sino que se regulan actividades tan normales como tender la ropa, besarse, jugar a la pelota, beber alcohol, tocar música, etc., etc.

Este “civismo” surgió como ideología en la Barcelona post-olímpica, lanzada a ser un parque temático de sí misma desde mediados de los 90. Paradójicamente, como parque temático de la ciudad mediterránea y de «el buen rollo» que es, se ve destruida frecuentemente por los mismos turistas a los que se consagra, quienes acuden a la ciudad a hacer aquello que esperan de ella: desde poder andar sin camiseta o descalzos hasta emborracharse y consumir drogas. En el colmo de la paradoja están las fotos que los turistas se tomaron festejando los disturbios pro-botellón en la Rambla del Raval allá por 20061

Esta ideología tuvo al poco tiempo reflejos aumentados en Bilbao (otra ciudad ansiosa por cambiar de piel, y también de alma, durante la primera década del siglo XX) y más adelante en Granada. Es a la postre en esta última ciudad donde el “civismo” ha resultado más restrictivo y violento, también porque es la ciudad donde se aplica con más celo y eficacia. Pareciera que no fueran suficientes para su gobierno municipal sus signos de identidad centenarios: la tradición árabe y universitaria, la montaña o su cultura.

El “civismo” vino a sustituir y ampliar los aspectos más reaccionarios del ciudadanismo: una mezcla de “buenos sentimientos”, «sentido común», «convivencia», «respeto» y, en definitiva, un estrechamiento de lo posible a base de recortar lo deseable a la altura de lo que una modélica e inexistente familia blanca de clase media, teóricamente necesita para vivir una vida tranquila y feliz. Fuera de ello sólo hay caos, injusticia y egoísmo por parte de todos aquellos diferentes, sean mendigos o borrachos, músicos o manifestantes, viejos o niños, minusválidos… Si a lo largo de los ‘90 el espacio público fue denostado por esa misma familia inexistente que se refugió en el shopping mall, la ciudad contemporánea ha decidido convertirse en un Shopping Mall para poder «atraer» a esa familia consumidora.

Por suerte la urbanidad Madrileña no se ha visto doblegada por el “civismo”, ni tampoco por las muchas reformas físicas y legales que el alcalde Galardón acometió durante sus ocho años de mandato: las zonas de Montera, Arenal y Sol, la zona de Triball, Luna y Callao, así como gran parte del distrito de Lavapiés y el de Tetuán y otras muchas plazas del centro han sido reformadas, sin lograr -por razones demasiado complejas para desarrollar en este documento- su objetivo original de expulsar a sus usuarios habituales, sean estos mendigos, prostitutas, botelloneros, consumidores de drogas, vendedores de productos pirateados o resto de personajes indeseables para los 25 años de gobiernos conservadores en Madrid.

La proliferación de los manteros fue sin duda uno de los rasgos estéticos que más «africano» hicieron el espacio público de Madrid. No sólo por la procedencia de muchos de estos vendedores, sino también por la densidad de la venta informal y de personajes que utilizan el espacio público como el espacio y salón de estar del que carecen en su casa, ambos rasgos típicos de la estética de la ciudad africana.

Como veremos más adelante, parece que sacar a estos personajes de las «estrías» que aún tenía la plaza, fue una de las razones por las que la Puerta del Sol se convirtió en un espacio continuo con forma de gran planicie.

  1. Antecedentes: El Forat de la Vergonya.

El documental El Forat2 cuenta con detalle el proceso que hizo que durante varios años, la única plaza distinta del centro de Barcelona pudiera existir.

La historia es simple: se derriba una manzana del barrio de la Ribera, dentro del plan de reforma de ese barrio «degradado», del que el fantástico Mercat de Santa Caterina del estudio de arquitectura EMBT es el broche de oro.

Está anunciada la construcción de un parking subterráneo, pero el hueco (el forat en catalán) queda vallado y las obras se mantienen paradas durante meses. A finales del 2001 los vecinos instalan un árbol de Navidad que es desalojado por la policía, lo que conduce a la invasión y toma del recinto.

En aquellos 5.000 m² y durante los siguientes 5 años se produce un proceso de gestión vecinal, tanto espacial, como constructiva y política; se construye una cancha de fútbol, varios huertos, mobiliario para diversos usos, columpios infantiles, una fuente de agua potable y un escenario para la celebración de un festival flamenco que a lo largo de sus ediciones fue cobrando creciente notoriedad.

Pero además se construye una sociedad de vecinos que se cuidan entre ellos, que se conocen (obvio, el barrio es pequeño y denso) pero que también se reconocen. Comunidades de inmigrantes y habitantes originarios de la zona, gitanos y payos y habitantes de varias casas okupas, se dotan mutuamente de responsabilidad para construir en ese «agujero de la vergüenza» una Plaza, que existe mientras las reformas profundas del barrio avanzan a su ritmo.

El gobierno municipal de la Ciudad Condal, siempre represor, se enzarza en una lucha que termina en octubre de 2006 con la plaza, una vez más, vacía y rodeada de Mossos de Esquadra3.

Tras el desalojo se construye el parking subterráneo planeado, y sobre él se reconstruyen los mismos elementos que había construidos, sólo que de manera «normativa», «estatal», «legal». El aspecto de la plaza es prácticamente el mismo, sólo le falta la vida. Al menos se consiguió que la plaza siguiera teniendo el suelo de tierra (conditio sine qua non en las negociaciones que se produjeron entre los vecinos y el Ayutanmiento tras el desalojo), característica que a día de hoy hace que sea la única plaza con pavimento de tierra que existe en todo el centro de Barcelona.

  1. En el principio fue el botellón.

A mediados de los ‘90 España era un país tranquilo, entregado a la idea de país que proponía el PP. Pocos conflictos políticos sobrevivieron al Segundo milagro económico español, y aún los conflictos en defensa del territorio y en contra de la guerra, que tan socialmente fructíferos serían durante la siguiente década, no habían logrado hacerse un hueco en la agenda ciudadana.

Así las cosas, a mediados de los ‘90 algunos grupos de jóvenes empezaron a juntarse a beber alcohol en las calles fuera de temporadas festivas. Durante toda la primavera y verano, al hilo de las grandes celebraciones de las capitales de provincias (Fallas, San Fermín, ferias de Andalucía, etc.) los jóvenes cambiaban el bar por la calle, y la clásica litrona en el banco por varias decenas de litros de kalimotxo, o una botella de alcohol de 40 grados (vodka, ron o whisky, a elegir), una botella de refresco de dos litros, una bolsa de hielo y un lugar concurrido por otros miles de jóvenes. Este fenómeno adquirió el nombre de botellón.

Si bien es difícil determinar cuándo empezó a ser un evento masivo, sí es destacable que el verano de 1997 con sus pertinaces sequías se hizo eterno, lo que condujo a “hacer botellón» en Madrid incluso en invierno.

Esta actividad se convirtió en la única forma de ocio nocturno para muchos de los que éramos jóvenes en aquella época y en una pesadilla para las autoridades, que veían varios parques de su ciudad convertidos en vertederos cada domingo por la mañana.

El botellón en invierno incluía además hacer hogueras: se quemaba todo lo disponible (tetra bricks, botellas, cartón, madera…). Resulta hoy prácticamente inconcebible como práctica cotidiana una hoguera alimentada colectivamente por varias decenas de personas, salvo las hogueras de la noche de San Juan, que por pertenecer a la lista de “fiestas tradicionales” salva de alguna forma las leyes civicas.

Ya en el año 2006 en Basurama dimos una charla en la que hablábamos del botellón como «forma creativa de reutilizar espacios (públicos) degradados» en el I Congreso Internacional de la Juventud4. Puede que esta forma de usar el espacio público sea un “patrimonio legítimo” de nuestra generación (la de los nacidos en los ‘80).

La prohibición del “dispositivo alcohol» (en pocas ciudades de España se puede comprar alcohol después de las diez de la noche), sin embargo, no modifica sustancialmente el deseo de estar en la calle. Tal vez ha bajado el volumen de basura generado en las zonas de botellón, pero no hay manera de prohibir la vida. El límite de «lo posible» en la calle es infinitamente elástico, como demuestran las más variadas fiestas populares que existen en todo el territorio español.

Después del botellón, las famosas «quejas de los vecinos» (seguramente el vector político más fantasmagórico de nuestra época) van dirigidas ahora al crecimiento exponencial de terrazas de bar. Estas conviven con los lateros, que se han encargado rápidamente de saltarse la ley, y siendo más versátiles y eficientes que el Estado, ofrecen un servicio imbatible: una lata de cerveza fría en tu mano por sólo un euro. Hoy como en los ’90 se hace el mismo “uso alcohólico” del espacio público que propuso el botellón, sólo que ahora con una gestión económica distinta.

  1. Madrid y La Noche en Blanco 2010.

¿Cuál es la diferencia entre un partido de tenis en la Gran Vía organizado por Nike y uno organizado por nosotros? Nos lo preguntábamos constantemente con todos los artistas a los que tuvimos la suerte de comisariar en La Noche en Blanco 2010.

La respuesta es simple: el control.

En el partido de Nike, todo está controlado. Puede ganar Nadal o Federer, pero no va a ocurrir nada fuera del guión. Sin embargo en el arte púbico que nosotros concebimos es inexcusable que el participante también sea creador de la obra y, como co-creador de la obra se apropie de ella. Y por tanto también de la situación y el contexto, lo cual conducirá directamente a que no sepamos cómo o si podemos controlar lo que va a ocurrir. En La Noche en Blanco todo tenía que estar a priori controlado, aunque sepamos que un millón de personas por la calle no puedan ser controlados al cien por cien.

El espacio público fue uno de los ejes centrales de la política del alcalde Gallardón, no sólo su reforma física y su legislación, sino sobre todo su imaginario colectivo: desde las luces de Navidad hasta la delimitación de lo que es era una fiesta popular y lo que no (un caso ejemplar es el de las fiesta del 2 de mayo en el barrio de Malasaña), la representatividad de algunos edificios (como por ejemplo y especialmente el cambio de la sede del Ayuntamiento), lo que significa «limpieza», «silencio» y muchas otras áreas de la cultura urbana.

En su política típicamente dicotómica, Gallardón llevó adelante la construcción de los PAUs, una forma de ciudad sin cualidades de espacio público que en Basurama estudiamos para la realizacion de la exposición Basurama Panorámica en el año 20065. En aquellos diseños urbanos también se sobredimensionaron los dos grandes tópicos del espacio publico: tamaño y metros cuadrados. Una calle necesita mucho más que eso para existir. En el centro, por su parte, terminó de definir y construir el espacio público contemporáneo como recurso para ser alquilado.

En una ciudad que abrazó como ninguna el deseo y los postulados de ser una «Ciudad Global», el consumo se impuso como forma de organización y pensamiento de la vida en común. En los espacios públicos reformados por Gallardón, se siguen dando toda clase de eventos más o menos insípidos. Son insípidos por ser eventos controlados y de consumo (tanto de marcas como de espacio público), aunque a lo largo de los años vayan mutando para adaptarse a algunas de las tendencias más «frescas».

Nosotros veníamos, como todos los madrileños, de vivir muchos eventos en la calle: la tradicional Cabalgata de Reyes se había convertido en un desfile mastodóntico, el desfile del Orgullo Gay en uno de los más grandes del mundo, invadiendo todo el centro durante siete días, el viejo MAPOMA (Maratón Popular de Madrid) se había multiplicado en muchas carreras populares cada domingo de primavera, etc.

Además, habíamos vivido manifestaciones masivas (11-M, NO a la Guerra) así como los más diversos chiringuitos de propaganda: Reyes Magos y Papá Noel en la puerta de centros comerciales, una pista de snowboard en una plaza céntrica de Madrid, la celebración de la Eurocopa de fútbol del 2008, una playa ficticia y varios «festivales olímpicos» para celebrar las reuniones del COI, además de varios fenómenos «desde abajo», como los primeros flashmobs, la Bici Crítica, la Ciclonudista o el festival Madrid Abierto. Etc., etc.

Así, algunos de los proyectos que comisariamos en la Noche en Blanco del 2010 pretendieron no ser barracas de feria más o menos sofisticadas en las que el público hace cola para ver o disfrutar de una atracción, sino que propusieron un boceto de institucionalidad: un sistema de gestión y relaciones entre las personas.

Esas institucionalidades dieron de hecho forma de al espacio, tanto como el espacio las definió. Estas instalaciones estaban diseñadas específicamente para su espacio, su entorno y sus usuarios y pretendían ser plataformas que podían ser utilizadas de maneras propias y apropiadas por cada cual. No eran una máquina de juegos o interacciones en las que hay que seguir una regla o recorrido para conseguir una diversión o beneficio determinado, sino más bien plataformas que promovían nuevas relaciones, tal y como concebimos que podía ser vivida la ciudad a través de nuestra propuesta de comisariado6.

Si cada espacio supone una institucionalidad y cada institución demanda un espacio, el tiempo en que vivimos, la ciudad y la sociedad que queremos necesita nuevas infraestructuras en las que nuevas relaciones puedan darse. Si un espacio, por muy imaginativo y sorprendente que sea, por más efectivo en la producción de relaciones, sociedades y políticas que sea, no puede imaginar nuevas instituciones, una vez más, nos confirmaremos como decoradores de la barraca que el poder nos presta para protegernos de los elementos.

La imaginación espacial, pues, no sirve para nada si no va aparejada de imaginación para diseñar instituciones. En un proceso constantemente recursivo, el espacio debe poder ayudarnos a imaginar instituciones, y esas nuevas institucionalidades deben demandar nuevos espacios.

  1. @acampadasol.

Antes de que unos cuantos iluminados (en el mejor sentido de la palabra) decidieran que «aquí hace falta un espacio público» (tal y como se cuenta en 15M.cc7) y se dispusieran a dormir en la Puerta del Sol la noche del 15 de mayo de 2011, e inauguraran con ello el momento y el movimiento político español más importante de las últimas décadas, había habido dos acampadas muy populares en Madrid.

Durante más de un año (entre 2000 y 2001) los trabajadores de Sintel, una empresa de infraestructuras de telefonía que Telefónica había conducido a la quiebra, durmieron en el Paseo de la Castellana en torno al Ministerio de Industria. Allí construyeron lo que llamaron el Campamento de la Esperanza, una ciudad de miles de habitantes construida enteramente a partir de materiales reutilizados en el que había una pequeña organización social y muchos programas para entretener, alimentar, lavar y permitir reunirse a muchos trabajadores que habían venido desde sus ciudades a quedarse en Madrid hasta que les dieran una solución que, finalmente (aunque parcialmente) consiguieron.

Después de ver su ejemplo de reutilización (¡hasta usaban clavos 100% reutilizados de pallets!) en la impresionante película El efecto Iguazú8 nosotros los invitamos a participar en el festival Basurama03, el primer festival que diseñamos con el esquema de invitar a aquellos que nos resultaban interesantes.

La otra acampada es también una hito para nuestra generación: la “Acampada del 0,7%», una iniciativa de que exigía el gasto del 0,7% del PIB en cooperación al desarrollo, formada por toda clase de organizaciones sociales, que durante el otoño e invierno de 1996 acampó en el Paseo de la Castellana, sin lograr su objetivo. En ella ya ejercía de líder local un ahora muy conocido Pablo Iglesias y muchos aprendimos a «poner el cuerpo» de la manera más básica.

Aquellos jóvenes que durmieron cinco semanas en la Puerta del Sol no reclamaban discursivamente «democracia real YA», sino que la ejercitaban en su propia práctica. No creemos que sea irrelevante el hecho de que las acampadas siguieran el modelo de la Plaza Tahrir de El Cairo, que conmovió al mundo en febrero de 2011. El impulso inicial para @acampadasol asume como posible un pensamiento africano, que por supuesto desborda nuestro esquema europeo. Obviamente, «la plaza española” está adaptada a los usos y costumbres de los jóvenes que, por ejemplo, han llenado zonas de acampada de festivales. Además de un prototipo de ciudad -con su forma y sus instituciones centrales, su orden, sus calles, etc.-, las acampadas que se produjeron en diversas ciudades del Estado en aquella primavera y verano de 2011 fueron un prototipo de democracia, es decir un prototipo de ciudadanía, suponiendo que una ciudad es una cierta forma de relacionarse entre personas.

En aquellas ciudades temporales existían de manera totalmente insospechada operaciones fundamentales de «civismo» (en su sentido más clásico y convivencial, el menos reaccionario), como puede ser el cuidado, el respeto por los horarios, la protección física entre iguales, así como un servicio de organización y orden para los conflictos que, naturalmente, surgen en cualquier sociedad mínimamente compleja.

Todo ello sin la intervención siquiera subsidiaria del Selur (Servicio de Limpieza Urgente), esa instrumento de la administración municipal de Madrid que toma la excusa del medioambiente para controlar, dirigir y restringir el espacio público, mediante la sacrosanta «limpieza” de las calles y las plazas, objetivo moral y político inexcusable para todas las sociedades cristianas.

Todas las instituciones tradicionales del estado se dedicaron a demonizar estas acampadas durante el 100% de su duración, conscientes como fueron del terremoto que suponía esa “ciudad dentro de la ciudad” para todo el status quo de la sociedad española. Lo decible, lo pensable y lo posible fueron expandidos tan radicalmente que hasta que no se exploren todos sus límites, el 15-M no podrá darse por terminado. Fueron demonizadas precisamente por todo aquello que no hacían; comportase como la sociedad a la que sustituían: no eran sucias, ni eran espacio de botellón, ni de fiestas, ni ruidosas… Ni siquiera fueron consumistas ni individualistas, que son los dos pilares ineludibles de nuestro tiempo.

En las réplicas políticas de ese terremoto -instituciones como la PAH, las asambleas de barrio y los miles de grupos de trabajo de todas las cuestiones acuciantes para la sociedad española- este deseo de ciudad está presente, tanto como lo está en sus réplicas espaciales. En los últimos años, una serie de «espacios públicos autogestionados por la ciudadanía» vienen funcionando con éxito: El Campo de Cebada, Esta es una plaza, Can Batlló, el Solar Corona, autoBarrios SanCristóbal, todos los huertos de la Red de Huertos Urbanos de Madrid y otros muchos espacios con menos impacto en los medios de comunicación o en congresos como este.

Estos espacios dan forma definida a la comunidad, la sociedad y la política que todo espacio público debería tener. Todo lo que allí sucede, sean eventos masivos de actividades tan diversas como el deporte, el cultivo agro-ecológico comunitario o ciudadanas que van allí «a hacer nada», supone una contrarréplica a los espacios públicos oficiales y una enmienda a la política de gestión de la ciudad y a la falta de imaginación política y técnica para el uso de el espacio público.

Pero si estos espacios no logran ser más que espacios que convocan a algunos a participar en ellos (es decir, si no logran hablarle al resto de la ciudad), entonces se convierten en una suerte de refugios inversos al shopping mall contra un espacio público en efecto usurpado por esas familias consumistas de clase media.

  1. ¡Piensa, Sol!

No por ser conocida la historia resulta menos turbia e increíble: un día empieza a circular por internet de manera viral, esto es, sin fuente conocida y a gran velocidad, una imagen de la Puerta del Sol con un chiringuito y una terraza de unos 300m². Se supone que ese es el proyecto que el nuevo gobierno municipal de la alcaldesa Ana botella tiene para la Puerta del Sol. Una respuesta a medio camino entre la necesidad de ingresar dinero a través del alquiler del espacio público disponible y la necesidad de controlar las muchísimas manifestaciones convocadas y espontáneas surgidas tras el movimiento 15-M, que había tomado la plaza como su talismán y centro neurálgico (como por ejemplo la persona que esperó colgada de una farola el veredicto del COI sobre las olimpiadas de 2020).

Parecía una clásica maniobra de los gobiernos del PP, la de tirar una pedrada casi delirante para luego hacernos tragar con un desastre menor, aparentemente mucho más aceptable. Sin embargo, el «think tank» sobre Madrid Madrid Think Tank recogió el guante de la propuesta proponiendo un «proceso participativo» y un «concurso internacional de ideas» para reformar el área de Sol.

Más allá de la falta de participación, o de lo innecesario del proceso (la Puerta del Sol ya estaba llena de ideas, las que propuso @acampadasol) y de la victoria de una propuesta tan aséptica y elegante como inútil (la del estudio de Linazasoro, habitual diseñador de espacios públicos), lo interesante fue cuán rápido resultó obsoleto el concurso.

Convocando una serie de «expertos»: arquitectos, historiadores, sociólogos (¿puede realmente haber algún experto en plazas que lo sea más que cualquier ciudadano?) para prender el debate, proponían una serie de usos e ideas para la plaza, que el antropólogo Alberto Corsín rebatió con certeza9: no tiene sentido pensar en la reforma de una plaza sin pensar qué es una plaza hoy en día.

Es decir, la cuestión no es pensar el contenido de la plaza, sino su sentido completo. Puede ser tan válido un parking de bicis, una zona infantil y unos árboles centenarios como una zona para skaters, una estatua y una zona para caca de perros o como un banco con cientos de puestos de trabajo con enchufes y wifi.

El espacio público, hoy en día, ha dejado de tener forma para tener sentido.

  1. De aquellos barros… ¡estos jardines! Los Jardines del Arquitecto Ribera o la Plaza de Barceló.

Con los cambios de las pautas de consumo y al hilo de la «retail gentrification», se ha propuesto en los últimos años un plan de reformas de varios mercados madrileños. Entre otras muchas medidas, se convocaron concursos públicos (esa técnica tan democrática) para modificar su entorno y rehacer los mercados de San Antón, Barceló y La Cebada .

En el caso de Barceló, mientras duraran las obras del mercado, los comerciantes se instalaron en un mercado provisional «desmontable» de acero y plástico instalado sobre los jardines del Arquitecto Ribera, uno de las «zonas cero» del botellón de los 90.

Mucho tiempo antes de que las obras terminaran, un grupo de vecinos se conforman bajo el nombre Vecinos Haciendo Jardines para personarse en el debate sobre, en principio, el desmontaje del mercado y la restitución de los jardines.

Meses de debates con la participación de vecinos muy bien formados para la tarea, han conducido a un proceso «participativo» en el que el ayuntamiento diseña y da a elegir a los vecinos entre tres opciones de jardines: «La Y», «La O» y «La U». Sus nombres sólo hacen referencia a la forma que toman las zonas verdes en el espacio. Sólo se puede elegir dónde van los árboles, parterres, bancos y zona infantil. Y nada más. Porque las propuestas no tienen nada más.

Después de décadas de reformas y diseños de espacios públicos de las más variadas formas (ver los ejemplos del European Prize for public space10), de las «plazas duras» de Barcelona al EcoBoulevard, después del Forat de la Vergonya de @acampadasol, después de reformar TODAS las plazas del centro de Madrid… En estas propuestas que el Ayuntamiento de Madrid ofrece a los vecinos del área de Barceló no sólo falta imaginación y creatividad, lo que es más grave es que no hay ni rastro de las plazas que vivimos, no hay ni rastro de nuestra vida. Tal vez el error fue considerar que los jardines, pueden tener cabida como forma contemplativa de la naturaleza en la ciudad.

Y sin embargo los participantes en el proceso toman este resultado como una victoria: se aseguran de que el gobierno cumpla su palabra de demontar el mercado desmontable.

  1. Dos derrotas de regalo y una oportunidad.

El Centro Social La Traba fue desalojado y derruido en el mismo día, en pleno agosto. La mayor pista de BMX cubierta de Europa lleva años siendo autoconstruida por los jóvenes del barrio. Se convocan jornadas de debate para la petición de la cesión del mercado de frutas y verduras de Legazpi, siendo apoyados por muy diversos agentes. El Patio Maravillas solicita al gobierno municipal que se haga cargo del problema que genera para el barrio el posible desalojo de su sede actual a manos de una empresa que ha comprado su edificio para hacer apartamentos turísticos…

Pedir y conseguir espacios, hoy en día se ha convertido en algo posible.

La Plaza de España, después de años de abandono y venta por liquidación, se va a remodelar. El Ayuntamiento convoca un programa de participación muy criticado en el que los ciudadanos pueden participar… ¡Felicitando al Ayuntamiento!

El mercado de frutas y verduras de Legazpi, y la lucha del Patio Maravillas para ser escuchada por el gobierno municipal y conseguir un edificio cedido para continuar con su actividad y función social son situaciones de enorme oportunidad. Aunque un hipotético gobierno de izquierdas gobernara Madrid, y cediera estos espacios, no ganaríamos nada si no nos hacemos cargo de cómo estamos usando, gestionando y soñando nuestro espacio público.

La posibilidad de desborde, de descontrol y de cambio está en muestra mano.

  1. Iniciativas vecinales y gobierno. Los “otros” que son “nosotros”. Urban Cooks.

Todas estas experiencias de espacios gestionados por la ciudadanía en Madrid que tratan de intelocurar con la administración, están suponiendo experiencias pioneras en la ciudad. Como procesos experimentales que son, estas experiencias plantean cuestiones inéditas en el ámbito legal, administrativo y jurídico, que son difíciles de resolver, ya que no existen los instrumentos administrativos adecuados ni hay referentes previos.

Todo esto sin contar con la cuestión de la voluntad de los políticos, que en las administraciones españolas está por encima y acumula un poder mucho mayor que el de los técnicos y trabajadores de la administración (aunque estos a veces encuentren las artimañas para boicotear u obstaculizar las decisiones políticas).

En cualquier caso este ecosistema de espacios públicos de gestión ciudadana, inmersos cada uno de ellos en su propio proceso (de aquí salvaríamos a la Red de Huertos Urbanos, que rápidamente ha aprendido que una red es más fuerte que un sólo individuo), está suponiendo que cada experiencia ciudadana en el espacio público articule su propia negociación (o lucha) con la administración para resolver necesidades que en realidad son comunes a todos ellos: desde legalizar la cesión del espacio a tener acceso a las infraestructuras públicas (luz, agua…), pasando por cuestiones como la homologación y responsabilidad civil de los elementos construidos que conforman el espacio.

Como respuesta a esta situación han surgido en los últimos años diversos proyectos propuestos desde una nueva generación de ciudadanos que al igual que los miembros de Basurama han crecido y se han desarrollado en todo este contexto que hemos descrito (muchos de ellos son también arquitectos o investigadores en ciencias sociales), que tratan de abordar esta problemática, como es el Vivero de Iniciativas Ciudadanas (que visualiza y mapea las iniciativas y sus necesidades), Increasis (que compendia y cataloga los procesos legales que ha seguido cada iniciativa), o Citykitchen y La Mesa Ciudadana, que tratan de generar un espacio de aprendizaje y pensamiento conjunto entre iniciativas ciudadanas y técnicos de la administración.

Es en este panorama donde se inserta el proyecto Urban Cooks11, un proyecto de ámbito europeo que pretende establecer un proceso de investigación simultáneo y paralelo en Madrid, Skopje y Belgrado, ciudades donde se ha detectado una problemática similar.

Valiéndose de las diferentes casuísticas de las ciudades participantes y de la experiencia de todos los profesionales europeos que colaboran en el proyecto, Urban Cooks trata de diseñar diversas herramientas y metodologías que puedan mediar entre el contexto de cada administración y las necesidades de las iniciativas ciudadanas.

El objetivo final del proyecto Urban Cooks es colaborar dentro de cada contexto urbano a la definición de herramientas, protocolos y espacios de trabajo que permitan una mejor interacción entre los procesos ciudadanos de gestión de espacios públicos y los técnicos de las administraciones municipales, y que además sean herramientas operativas y accesibles para las diferentes casuísticas. Queremos pensar que este proyecto junto con todos los anteriormente descritos, colabora en la apertura de lo que hasta ahora es una pequeña fisura en la gestión ciudadana de lo público.

El proyecto Urban Cooks Platform es un partenariado compuesto por tres entidades, cada una de ellas responsable de coordinar las actividades en cada una de las ciudades participantes: En Madrid el colectivo de Basurama, responsable de las actividades en Madrid, en Belgrado la Escuela de Arquitectura de Belgrado y la Asociación Mikser y en Skopje el Institute for Sociological, Political and Juridical Research.

El proyecto arrancó en diciembre de 2013 con un encuentro de todos los socios en Madrid y acabará en el mayo de 2015 con la fundación (esperamos) de tres plataformas o espacios que den apoyo a estos procesos ciudadanos y faciliten la interacción entre los mismos y la administración municipal.

En Madrid, el principal eje de acción y espacio de investigación ha sido el proyecto autoBarrios SanCristóbal, en el barrio de San Cristóbal de Madrid. En este proyecto Basurama junto con la arquitecta Sarah Fernández Deutch y los agentes locales conformados como Plataforma Autobarrios, han puesto en marcha una metodología de participación, transformación creativa, cuidado del proceso y diálogo con la administración, que pensamos que puede ser aplicable a otras experiencias, teniendo en cuenta que el nivel de complejidad del tejido social del barrio de San Cristóbal y las condiciones socio-económicas en las que se ha gestado este proyecto son difíciles de igualar.

En lo referente a la interacción entre ciudadanía y administración, nuestra experiencia tras varios años de creación, apoyo y asesoramiento en espacios de gestión ciudadana nos ha hecho ver que dentro de ese enorme ente que es un ayuntamiento (y qué mejor ejemplo que el Ayuntamiento de Madrid), que la ciudadanía más activa y militante siente como “el otro”, hay un apreciable número de personas que desde dentro de la administración tratan de defender el interés público y mejorar las condiciones de vida y convivencia en la ciudad. Esos “otros” pueden ser en realidad parte de “nosotros”.

Desde su posición y con sus herramientas, este grupo de técnicos trata de insertar estas nuevas realidades en la realidad jurídica y administrativa en la que se mueven. Cabe preguntarse hasta qué punto estas experiencias de interacción entre iniciativas ciudadanas y técnicos proactivos son capaces de acercar lo legítimo a lo legal y modificar de alguna manera, aunque sea mínimamente, los mecánismo de la administración. Sirva como ejemplo el proceso de regularización de los huertos urbanos emprendido por el Ayuntamiento de Madrid y la Red de Huertos Urbanos, con sus éxistos y sus fracasos.

Quizás no es una cuestión de encaje en los marcos jurídicos y legales existentes, sino de inventar otras herramientas nuevas que den respuesta a las necesidades que estos nuevos espacios de gestión ciudadana tienen. Sin enjaular o limitar las condiciones de lo posible que estas experiencias proponen y a la vez siendo marcos estables, replicables y asumibles por los mecanismos de la administración.

  1. Conclusión.

Parece que no podemos pensar más en el espacio público como «servicio», sino como infraestructura abierta, para ser desarrollada, utilizada, explotada y rediseñada por la política de una ciudad.

Sirva como ejemplo de esta diferencia la que puede haber entre un carril bici -que todos pueden usar como quieran- y un servicio municipal de alquiler de bicis, que además de ser de pago, incluye tantas restricciones como cualquier otro servicio: todas las leyes económicas y de rentabilidad para el uso de las mismas, por un lado, y todas las regulaciones «para su correcto funcionamiento», por otro.

Sabemos, en fin, que la bici ha vuelto a nuestras ciudades por el empuje de unos cuantos ciudadanos que la han retomado. La Bici Crítica y la Ciclonudista en Madrid son uno de los actos callejeros predilectos de Basurama: no tiene organización que lo convoque, ni leyes externas que lo regulen y supone una forma de «fiesta activa» de máxima eficacia política y que, como en otros muchos campos, el gobierno va por detrás de la imaginación política de la inteligencia colectiva.

Que esa inteligencia que todos estos nuevos ejemplos de gestión ciudadana de lo público están mostrando no se convierta en burocracia en el momento en el que pasa a ser «oficial», es un reto que todos, como ciudadanos, técnicos y políticos que somos, debemos asumir como inexcusable

1Los disturbios tras el botellón de Barcelona se saldan con 54 detenidos y 69 heridos. http://www.rebelion.org/noticia.php?id=28531

2 PEÑA Falconetti. “El Forat”. 2004. 75 min.

3 DELGADO Ruiz, Manueli. “El ‘forat de la vergonya’”. Artículo publicado en El País. http://elpais.com/diario/2006/10/10/catalunya/1160442449_850215.html

4 BASURAMA. CASTRO Bejamín y RODRIGUEZ Miguel. “Basurama: proyectos”. http://www.madrid.mobi/UnidadesDescentralizadas/EducacionyJuventud/Juventud/JornadasYCongresos/Ficheros/LibroDePonencias.pdf Página 192.

5 BASURAMA y REY Miguel. “De la basura a la basura pasando por la basura”. https://basurama.org/b06_expo_basurama_panoramica_contenido.htm#a

6 BASURAMA. “Sobre la participación de Basurama en LNEB 2010”.https://basurama.org/lneb/?p=8

7 GRUESO, Stépahne M. “15M15M: “Excelente. Revulsivo. Importante””. 75 minutos.http://madrid.15m.cc/p/documental.html

8 VENTURA, Pere Joan. “El efecto Iguazú”. 90 minutos.

9 CORSÍN, Alberto. “Piensa Sol (I)”.http://www.prototyping.es/uncategorized/madrid-al-sol .

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