Contexto
Un breve paseo por la ciudad basta para darse cuenta de que el espacio público de Malabo es prácticamente inexistente. Más allá de sus numerosos bares y sus terrazas ocupando las aceras, la calles de Malabo son un espacio de tránsito donde apenas un par de lugares son vividos y utilizados como espacio público, a pesar de no haber sido concebidos para ese uso.
A diferencia de otras ciudades de África los usos formales e informales de la calle son escasos, tanto los relacionados con el aprovechamiento económico y privativo como los relacionados con el descanso, la socialización, el juego o el ocio.
No se puede decir por tanto que en Malabo exista una cultura de uso del espacio público que pueda ser leída y empleada como generadora de un proyecto de intervención.
Proyecto
Con motivo de la III edición del Eco Carnaval, un evento organizado por el Instituto Cultural de Expresión Francesa (ICEF) en Malabo, el Centro Cultural de España en Malabo nos invitó a participar en el evento realizando una intervención en el Barrio Chino, un lugar céntrico de la ciudad cercano al Mercado Central.
La primera visita al lugar no fue muy halagüeña: coches aparcados en medio del bulevar en el que debíamos intervenir (algunos de ellos directamente abandonados), basura en el suelo, falta de alumbrado público (destruido por los coches al intentar invadir las aceras) y ropa tendida entre los árboles y lo que quedaba de los postes de alumbrado. A esto se sumaba lo irregular del terreno y la imposibilidad por cuestiones políticas y de permisos de construir in situ.
Sin embargo algunos características del lugar nos resultaron susceptibles de ser generadoras de una intervención que aportara calidad de uso al lugar. Esa misma ropa que veíamos tendida en medio del bulevar y en las plantas bajas de los edificios colindantes nos indicaba que ya existía de alguna manera un uso comunitario del espacio interesante de fomentar y, como elemento más característico del espacio, un gran mango que da sombra a buena parte del lugar podía ser algo en torno a lo que articular el proyecto.
En cuanto a los materiales disponibles, el CCE de Malabo había realizado una búsqueda previa a nuestra llegada, consiguiendo principalmente palés de madera de diversos tamaños y cajas de plástico de una empresa de refrescos. Teníamos material de sobra, nuesto problema era la diversidad de dimensiones que teníamos que manejar.
Con toda esta información decidimos realizar una intervención que apoyara el único uso comunitario que habíamos detectado en el lugar, relacionándola a la vez con algunos elementos del espacio y añadiendo como nuevo uso un espacio de juegos para niños.
El principal reto al que nos enfrentábamos era la miscelánea de dimensiones de los materiales y la imposibilidad de trabajar en el lugar salvo momentos concretos en los que fuéramos a instalar los elementos de la intervención. Frente a este reto, nuestra estrategia fue generar rápidamente un sistema de diseño que se adaptara de forma metódica a los materiales disponibles, para así enfocar todos nuestros esfuerzos en la durabilidad de la intervención y la mínima adaptación a un terreno desconocido y un tanto accidentado.
Decidimos partir de la forma de un hexágono regular (forma ya experimentada en proyectos anteriores de Autoparques) y generar un sistema sencillo de transformación de la figura regular para adaptarla a las diversas medidas de los materiales que teníamos. De esta manera podíamos producir elementos modulares independientes (más fáciles de transportar desde el lugar de trabajo al espacio de intervención) con la confianza de que podían combinarse fácilmente entre sí y adaptarse a la vez al terreno.
En sucesivos días fuimos produciendo y transportando al lugar los módulos que conformaban el proyecto, empleando los palés como elementos resistentes sobre los que los niños podían trepar y los adultos sentarse, y generando superficies de sombra o soportes para crear jardines verticales con las cajas de plástico.
La segunda parte de la invitación consistía en participar en el desfile del Eco Carnaval el 15 de noviembre. Propusimos hacer del hecho de tener que transportar los módulos una fiesta, y junto con las familias de los trabajadores del CCE y otros espontáneos (sobre todo niños y niñas) desfilamos
con el último de los elementos por las calles de la ciudad, haciendo del montaje final un evento público.