DHAKA TOTEM. A cielo abierto: espacio público, basura, informalidad y encuentro

DHAKA TOTEM

A cielo abierto: espacio público, basura, informalidad y encuentro.

Basurama (Rubén Lorenzo Montero y Mónica Gutiérrez Herrero)

Texto escrito para el Libro DHAKA TOTEM, promovido por la Embajada de España en Bangladesh y con el apoyo de la AECID Cooperación Española.

 

Contemplación Vs Dinamismo

El atardecer es la otra orilla. Tomar un té en los pequeños puestos informales salpicados a lo largo del río. Buscar un horizonte, un punto que vaya más allá de lo inmediato. Sentarse. Parar. Pasear.

Claxons, pitidos, motores, movimiento. Un continuo flujo de rickshaws, coches, bicis de transporte, autobuses, carros… Un discurrir sonoro, latidos de ruido, coches geolocalizando su posición a través del sonido.

 

El espacio público es fluído. En construcción.

En Dhaka se transporta todo. Se transporta la vida, hay intercambio, hay flujo, hay ¿modernidad líquida? Se transportan personas de un lado a otro continuamente (por tierra, por mar, con motor, a tracción humana..). Se transportan mercancías, se transporta comida, se transportan materiales de construcción, líquidos, compras domésticas. En los tiempos globales de transacciones invisibles (Amazón, AliExpress…), en Dhaka el intercambio es visible y sonoro, está presente en la ciudad, las calles son venas abiertas. El intercambio late, es la vida, es el espacio público. Un espacio público fluído, no estático. Tal es el dinamismo que Dhaka nunca se despliega como una ciudad acabada y diseñada. Dhaka está en proceso, en construcción continua. Y no lo oculta. Las esperas de los edificios señalan el cielo.

La pregunta que surge tras estas primeras ideas sobre la ciudad de Dhaka sería, además de ese intercambio, ¿se produce el encuentro? Es decir, ¿dónde se charla? ¿Dónde se está? ¿Dónde se ve atardecer? ¿Dónde se juega y cómo se juega? ¿Dónde se juntan los jóvenes, los mayores, los niños? ¿Dónde sucede lo que supuestamente sucede en un espacio público?

¿Se paseará en Dhaka? ¿O simplemente se va de un lado al otro? Los primeros días en Dhaka, vimos la ciudad pasar a través de la ventanilla del coche, con horas y citas, con prisa. Sin duda, el ritmo es continuo, un fluir permanente desde que sale el sol hasta mucho más allá del ocaso. Y a pesar de todo este continuo flujo, una cosa parece clara (y a la vez extraña) si te fijas atentamente: la sensación no es de prisa, ni de estrés, sino de vida, de actividad, de movimiento. ¿Por qué? No hay respuesta a primera vista desde nuestra mirada europeísta.

 

Pasear no es ir de un lado a otro.

¿Por qué no hay bancos públicos para sentarse? Cuando menos te lo esperas, en el corazón de la ciudad de repente se para el movimiento. Encontrarse con otros en los kioscos, formales o informales, a tomar un té y unas galletas o un plátano. A fumar un cigarrillo, a mirar el río o mirar la tele, a comentar el tiempo o descansar un rato. En Dhaka existen lugares de encuentro y comunidad. Espacios híbridos entre una cafetería, una tienda, un centro social, un banco de una plaza. Lugares en los que estar, no por los que pasar. Recorridos por los que pasear y no distancias que recorrer para llegar.

Espacios en los que conocimos marineros que habían recalado en los astilleros de Bilbao y en el puerto de Cádiz e intercambiaban sonrisas y palabras recuperadas de la memoria. Porque Dhaka es memoria viva, la vida es visible, los oficios… todo lo que en las ciudades contemporáneas se oculta, en Dhaka pasa en las calles, en los mercados, en las orillas del río. Cuidar, recuperar, reparar. Intercambiar.

Existen hangares donde se pelan cebollas hasta dejarlas bonitas, capas y capas de piel en el suelo, ojos lloros, dunas de pieles anaranjadas y rojizas. Horas y horas de trabajo visible por los restos acumulados y por los manojos trenzados de las cebollas listos para venderse en el mercado. El proceso de producción a pie de calle. Las invisibilidades cotidianas saltan a la vista en Bangladesh, donde los procesos de transformación, de preparación, de venta no están industrializados sino que se siguen realizando en base a una fuerza de trabajo, en muchas ocasiones explotada y sobre demandada.

 

Las orillas del río, donde va a parar la vida

Lavanderías, serrerías, mercados de alimentos, fábricas de barcos, sistemas de reciclaje… todas las industrias se despliegan en la orilla. Hoy, en las orillas del Buriganga, al otro lado del mundo, batean plástico, lo lavan igual que se lavaba el oro. Como en esas imágenes de las películas del oeste, en las que se buscaba oro en los ríos, lavando la tierra hasta encontrar el mineral. ¿Es el plástico una nueva fiebre del oro? ¿Es la basura la nueva minería? Pero una minería que funciona de manera inversa, atrayendo gente a zonas urbanas (en lugar de a zonas rurales) que es donde se produce la basura. El plástico triturado y clasificado en colores es puesto a secar en la orilla. De allí viajará nuevamente a China.

El transporte se vuelve a erigir como unas de las principales fuentes de negocio. Y la basura no está excluía de esta ecuación.

 

La basura es visible

En Madrid se producen 4.500 tn de basura al día, una ciudad de 4 millones de habitantes; en Dhaka[1] con datos de 2005, cuando se estiman unos 9 millones de habitantes, se producían 4.634 tn. ¿Cómo puede ser? ¿Cómo Dhaka puede producir la misma basura que Madrid con el doble de habitantes? El modelo de consumo es la respuesta más obvia, pero también influye que en Dhaka aún hay un sistema informal de recuperación y recogida, extremadamente eficiente, que llevan a cabo los Tokais [2] (recicladores de basura, principalmente habitantes de barrios marginales y asentamientos informales del centro de las ciudad).

Lo que no se contabiliza en las estadísticas son los millones de toneladas que llegan de otros países para ser recuperados, reutilizados y reciclados. Envíos de plástico, amianto, acero defectuoso, aceites usados, desechos de plomo y baterías; además de tener en el Puerto de Chittagong el segundo cementerio de barcos más grande del mundo a la espera de desguace. Los barcos son basura demasiado visible, no se puede ocultar. Siempre decimos que la sociedad tiende a esconder la basura, a distanciarnos de ella, incluso la situamos en plantas de tratamiento que por legislación tienen que estar a un mínimo de distancia de 20km de núcleo urbano.

Pero en Dhaka la basura es visible y no se oculta, está presente, tiene valor y unos recorridos determinados, es un recurso de vida. Se transforma y se vuelve a colocar en el mercado, en las calles, en el flujo y el intercambio. Si la basura se oculta como en los países hiperdesarrollados, es que algo se oculta (hay mafia e intereses económicos detrás de ella). Ojos que no ven corazón que no siente. En cambio si la basura es visible, tanto en su acumulación como en su transformación, significa que no hay nada que ocultar, que forma parte de la vida, de la ecología de la ciudad. De sus latidos.

 

 

 

 

 

 

 

[1] http://article.sciencepublishinggroup.com/pdf/10.11648.j.ijepp.20170502.11.pd

[2] Law Report: Bangladesh. Global Rec http://globalrec.org/law-report/bangladesh/

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